Los espacios de trabajo conjunto aparecieron como una revolución a principios del S.XX. Durante muchos años los espacios de oficinas se estructuraban como una gran planta libre dividida por cubículos individuales que aislaban a sus trabajadores.
Recientemente hemos visto como la oficina tradicional empieza a desaparecer para transformarse en un espacio de trabajo acorde a la nueva manera de trabajar que caracteriza a las generaciones más jóvenes. Las funciones de los espacios se difuminan según la ley del “todo vale”. Los despachos, tal y como los conocemos, desaparecen y dan paso a terrazas ajardinadas, salas de ocio, cafeterías y salas de estar en las que sus trabajadores interactúan.
Gran parte de este cambio es gracias al papel que tiene la tecnología en nuestra vida laboral, y personal. Cada vez es más frecuente substituir las salas de reuniones por videoconferencias o emails que hacen primordial el tener una buena conexión wifi y no tan importante las tradicionales salas de conferencias.
Los cambios se notan, no solo en la manera de trabajar, también hay cambios sociales; tenemos una comunidad mucho más colaborativa y motivada por la necesidad de conexión social y las oficinas tienen que responder a esta nueva manera de ver el mundo.
La tecnología nos facilita enormemente la eficiencia en el trabajo, nos permite trabajar des de cualquier lugar e incluso sin salir de casa, sin embargo no podemos perder esta parte tan humana de relación personal y social que nos aporta el lugar de trabajo.
Los coworkings nacen de esta necesidad de intercambio y fomentan la colaboración entre profesionales. Son lugares diseñados para el trabajador, ofrecen espacios de trabajo flexibles y a medida de las necesidades de emprendedores, pequeñas empresas o startups. Buenas conexiones wifi, lugares de relación y descanso activo, o también llamadas soft seating, que ayudan al trabajo productivo y salas polivalentes que dan apoyo al trabajo en equipo y facilitan la comunicación.